Tarareo en mi cabeza la nada.

Reposa sobre mí un clavel rojo.
Tanteo el momento pisando segura.
Te siento a mi lado, justo aquí.
"Vivere la vita con le gioie, i dolori"
se desprende otro clavel que florece
a medida que se acerca.
El aroma impregna una vez más el lugar.
Te quiero... para siempre.
Un tercer clavel empieza a nacer...

27.1.12

Las gaviotas rebuscan en el mar.

Yo rebusco en mi cajón de pensamientos.
Los camaleones se camuflan ante el peligro,
yo me camuflo un rato hasta comprender este revoltijo de cosas.
Los perezosos intentan llegar a la punta del árbol.
Yo, perezosamente, caigo y me levanto.
Las gotas de lluvia van llegando...
La nostalgia me visita y con ella, lloro.
el cielo se va despejando de a poco.
Yo repito "el barro tapa la vista",
así que opto por seguir caminando bajo un cielo perfecto.

De vez en cuando te me venías a la mente mientras estudiaba mi próxima minuciosa jugada, con la mirada puesta en el tablero.

Te veía ahí, como te vi la última vez, sentada bajo la parra, meciéndote hasta que se acercó a pedirte que la peinaras. Tardaste sólo un par de minutos para convertirla en una princesa de pie a cabeza, con ese vestido blanco con su moño bordó. Salió con su andar gracioso. Vos te quedaste contemplándola hasta que desapareció, sin darte cuenta que yo te espiaba todavía. Salí despacio, me clavaste la mirada y me sonreíste. Me acerqué y aún siento la fuerza del abrazo aquél; ahí aproveché, sin saber que era la última vez, para decirte "Cuánto te quiero, Má".
Ahora te recuerdo así, y siempre lo haré así.
Una vez más empato.
Una vez más salgo a la calle y, llegado a la esquina, descubro un paraguas meramente conocido, bajo él, una mirada conocida... Y siento, una vez más, ese abrazo... Fuerte.

15.1.12

¿Qué se antepone primero? La belleza del baile o la gracia con que te desplazas al danzar? Más sonaba la música, más te admiraba. Más bailabas, más me cautivabas. En cierto giro diste tantas vueltas que mi cabeza mareó, caí, pero al segundo inminente todos desaparecieron, la música era un simple tarareo de fondo, y ahí me encontré, nuevamente, contemplando el cuadro que colgaba, como siempre, en mi despacho, al lado del cortinal, con un pocillo.

 
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